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Osain
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Osain
Para los adeptos de la regla lucumí, el adivino dueño de la yerba y del monte de la vegetación-es Osain -Jósai, pronunciaba Adyai-, catolizado San Antonio Abad y San Silvestre, y una de las muchas advocaciones o caminos de Elegua, Elégbara. Para muchos matanceros, Osain es San Ramón Nonato: «porque Osain es un orisha que no tiene ni padre ni madre. Apareció, no nació. Salió de la tierra. Igual que la yerba, no es hijo de nadie.»
Changó fue el primer adivino; suyo era el tablero de adivinar, el okpó Ifá o faté, que originariamente fue de Obatalá, el creador, y que hoy pertenece a Orúmila u Orúmbila, el orisha Ifa, adivino por antonomasia. Todos . los santeros cuentan que Changó le cedió a Orula el privilegio de adivinar con okwelé a cambio del donaire que, no obstante ser Orula un viejo, caracterizaba su baile, y despertaba en las gentes una admiración que Changó, joven y muy gallardo, no era capaz, bailando, de inspirar.
Todos los santos son yerberos pero el dueño incontestable de las yerbas, el médico, el botánico, es Osain. «Osain-Aggúenniyé vino de tierra yésa, y es el protector, el benefactor de todo el mundo.» «Osain es de todos los lucumís; de tierra Oyó, pasó de los ararás, cuando estos recibieron a Ifá.» «Es Yebú.» «Es Eggwádo.» Este santo poderoso, en quien tenemos al Esculapio lucumí, no posee más que un solo pie, el derecho, un brazo, el izquierdo, y un ojo; una oreja desproporcionadamente grande, por la que no oye absolutamente nada. La otra, muy chica, al contrario, es tan sensible, que percibe los ruidos más apagados y distantes. Oye el andar de una hormiga o el vuelo lejano de una mariposa. Osain camina a saltos o rengueando, como Awó Jonú Aggróniga o Sódyi -lucumí Babalú Ayé San Lázaro, el gran santo de los ararás. Este Osain Okini Gwáwó Eléyo era malo; tenía mucho coraje, demasiado temple. Por cuestión de una mujer, tropezó con su hermano Osain-Alábbio. Se internó catorce días en lo último del monte para trabajar una brujería y vencer a su hermano con su arte. Allí, entregado nada más que a su odio, y preparando su mororá -bilongo-, se encuentra con el Elegua -centinela- de su hermano, un jubo que silba y que tiene una secreción en la cola. Guerrea con él y pierde el ojo que le queda.»
Aún más enfurecido por este revés, sigue invocando, pidiendo, azuzando contra su rival terribles fuerzas maléficas, y suspende la operación mágica en que está enfrascado, porque tiene que bajar al fondo de un pozo a buscar un secreto que está allí, escondido, para mezclarlo con brujería. Se sube sobre un viejo brocal; este se derrumba, y pierde un brazo y una pierna. Cuando está en el fondo, destrozado y sangrando entre las piedras, con la mano que le queda, agarra un ratón. Este chilla, y lo oye una lechuza que grita a su vez: «¡Aleyo! ¡Aleyo kini bá wó!» Osain le da a comer el ratón, y le pide en cambio tres plumas de su ala izquierda. Espera que amanezca; llama a Aura Tiñosa y le pide otras tres plumas de su ala derecha. «¿Para qué?» -le pregunta el aura. «Para un matari, para nkisomalongo, para preparar una piedra que camine por el monte con un muerto adentro.» -Y Aura Tiñosa le da tres plumas de su ala derecha. Gracias a estas plumas, Osain vuela y vence a su hermano.
Este relato de un palero será desmentido categóricamente por cualquier obálofumi, bien enterado de su religión. Osain no hay más que uno. Osain no tiene hermanos. Osain Okini Gwagwo Eléyo no es un nombre del orisha, ni es lucumí. Es una invención. Osain no tiene Elegua: al contrario, Elegua cuenta con Osain. De ahí que a todos los hijos de Elegua los proteja Osain, son «osainistas». Por lo demás, comenta Domingo Hernández, un osainista de conciencia: «¿Cómo va a pelear Osain con un hermano que no tiene? y contimás, por una mujer, cuando Osain tampoco tiene mujer y nunca la desea. No hace vida matrimonial. Es santo puro, al extremo de que las hijas de Osain no se deben casar, y cuando reciben a Osain ya no son mujeres, porque Osain las quiere puras como él.»
Osain es cazador como el dios Ochosi: «Con un solo brazo maneja arco, flecha y escopeta, corre ligero con un solo pie»; y otro palero, autoridad también dudosa en materia lucumí, pretende que perdió los miembros que le faltan por haberle disparado al venado, «que tiene al santísimo Olofi en la frente». Acaso fue Changó quien, en uno de sus tremendos accesos de cólera, lo dejó así maltrecho. «Changó lo desbarató a pedradas en una riña. De una, le tumbó un brazo; de otra, una pierna y le reventó
un ojo: Changó y Oyá se habían concertado para cogerle su ese. Oyá fue a pedirle unas cuentas, dándole una jícara llena de aguardiente y un tabaco, y esto, con Idea de robarle el güiro. Medio borracho Osain se enamoró.de Oyá y la pretendió. Ahí empezaron a disputar; a luchar.
Chango vino en defensa de Oyá. Oggún, que oyó la sanfrancia, se puso de parte de Osain. Changó le largó un rayo y le partió un brazo. Osain huyó a esconderse en su caseta, y otro rayo le alcanzó la pierna en el momento en que iba a esconderla. Asomo la cara y, ¡chas!; Changó lo dejó tuerto.
Oggun, para librarse de las piedras de rayo de Changó, se volvió hierro, pararrayos; y la piedra se partió en pedazos. Pero Osain quedó roto.»
A esta historia, otro de mis osainistas objeta también que «Osain no es mujeriego, Y que siempre ha sido gran amigo de Changó», a quien voluntariamente le hizo don de su magia.
Lo que sucedió fue esto: Osain le daba guerra a Orula. Le hacia iká. Orula no se metía con Osain. Cansado de sufrir tantos trastornos sin saber quién: era su enemigo, consultó con Changó. Este le mandó hacer un trabajo con doce mechas de algodón encendidas y doce odduará -doce piedras de rayo. «y así conocerás a tu enemigo -le dijo Changó. Mientras Orula estaba en su casa haciendo este ebbó, Osain estaba en el monte buscando ewe para perjudicarlo. Tan pronto Orula empezó a invocar y a encender las mechas, cayó un rayo .allá en el monte, y Osain quedó preso entre dos fuegos. ASI perdió los miembros y el ojo que le falta. Poco despues, Orula pasó frente a un bohío y oyó unos lamentos. Deseoso de prestarle auxilio. a quien se quejaba, entró, vio a un quemado, que era Osain, y descubrió al fin quién era su enemigo.»
Un osainista nos dirá que, no obstante ser Ifá mayor que Osain, «tuvo que humillarse ante él. Necesitaba un ewe, y mandó a sus hijos al monte a roarle, que se lo diese; Osain acabó con todos los hijos de Orula, y Orula se inclino ante su poder».
Todos los que, han visto a Osain están de acuerdo en que es cojo, tuerto y manco. «Elecan, oletee, ofotan… La boca torcida, la cabeza, grande como un melon; habla famoso y brinca sobre su único pie.»
Osain suele aparecerse a los trasnochadores pasadas las doce, y les pide ina -candela- para encender su tabaco o su pipa. Un mayordomo nganga de un templo, «rama» de la extendida regla del Santo Cristo del Buen Viaje, que ya hemos mencionado -fundada en el siglo pasado por el mulato Andres PetIt, de quien tendremos ocasión de hablar otras veces-, aunque no es hombre de carácter pusilánime, jamás sale solo a horas avanzadas de la noche; a este intrépido aprendiz de brujo, acostumbrado a saltar en la oscuridad las tapias de los cementerios, Osain se le mostró en cierta ocasión que atravesaba un «placer», y pidiéndole fuego para encender su pipa, lo hizo correr hasta perder el resuello. «Su vista era horrorosa.» No hay negro que no tema encontrarse de noche a este personaje: okani, eloseka -cojo y odyú oká -tuerto-, o a Oggún, quien también se complace en asustar a los noctámbulos. Y no se diga a Elegua, a Eshu. Sus chillidos intempestivos y penetrantes asustan tanto al negro, que este no se atreve a silbar nunca a solas, por miedo a que Elegua le responda.
Changó fue el primer adivino; suyo era el tablero de adivinar, el okpó Ifá o faté, que originariamente fue de Obatalá, el creador, y que hoy pertenece a Orúmila u Orúmbila, el orisha Ifa, adivino por antonomasia. Todos . los santeros cuentan que Changó le cedió a Orula el privilegio de adivinar con okwelé a cambio del donaire que, no obstante ser Orula un viejo, caracterizaba su baile, y despertaba en las gentes una admiración que Changó, joven y muy gallardo, no era capaz, bailando, de inspirar.
Todos los santos son yerberos pero el dueño incontestable de las yerbas, el médico, el botánico, es Osain. «Osain-Aggúenniyé vino de tierra yésa, y es el protector, el benefactor de todo el mundo.» «Osain es de todos los lucumís; de tierra Oyó, pasó de los ararás, cuando estos recibieron a Ifá.» «Es Yebú.» «Es Eggwádo.» Este santo poderoso, en quien tenemos al Esculapio lucumí, no posee más que un solo pie, el derecho, un brazo, el izquierdo, y un ojo; una oreja desproporcionadamente grande, por la que no oye absolutamente nada. La otra, muy chica, al contrario, es tan sensible, que percibe los ruidos más apagados y distantes. Oye el andar de una hormiga o el vuelo lejano de una mariposa. Osain camina a saltos o rengueando, como Awó Jonú Aggróniga o Sódyi -lucumí Babalú Ayé San Lázaro, el gran santo de los ararás. Este Osain Okini Gwáwó Eléyo era malo; tenía mucho coraje, demasiado temple. Por cuestión de una mujer, tropezó con su hermano Osain-Alábbio. Se internó catorce días en lo último del monte para trabajar una brujería y vencer a su hermano con su arte. Allí, entregado nada más que a su odio, y preparando su mororá -bilongo-, se encuentra con el Elegua -centinela- de su hermano, un jubo que silba y que tiene una secreción en la cola. Guerrea con él y pierde el ojo que le queda.»
Aún más enfurecido por este revés, sigue invocando, pidiendo, azuzando contra su rival terribles fuerzas maléficas, y suspende la operación mágica en que está enfrascado, porque tiene que bajar al fondo de un pozo a buscar un secreto que está allí, escondido, para mezclarlo con brujería. Se sube sobre un viejo brocal; este se derrumba, y pierde un brazo y una pierna. Cuando está en el fondo, destrozado y sangrando entre las piedras, con la mano que le queda, agarra un ratón. Este chilla, y lo oye una lechuza que grita a su vez: «¡Aleyo! ¡Aleyo kini bá wó!» Osain le da a comer el ratón, y le pide en cambio tres plumas de su ala izquierda. Espera que amanezca; llama a Aura Tiñosa y le pide otras tres plumas de su ala derecha. «¿Para qué?» -le pregunta el aura. «Para un matari, para nkisomalongo, para preparar una piedra que camine por el monte con un muerto adentro.» -Y Aura Tiñosa le da tres plumas de su ala derecha. Gracias a estas plumas, Osain vuela y vence a su hermano.
Este relato de un palero será desmentido categóricamente por cualquier obálofumi, bien enterado de su religión. Osain no hay más que uno. Osain no tiene hermanos. Osain Okini Gwagwo Eléyo no es un nombre del orisha, ni es lucumí. Es una invención. Osain no tiene Elegua: al contrario, Elegua cuenta con Osain. De ahí que a todos los hijos de Elegua los proteja Osain, son «osainistas». Por lo demás, comenta Domingo Hernández, un osainista de conciencia: «¿Cómo va a pelear Osain con un hermano que no tiene? y contimás, por una mujer, cuando Osain tampoco tiene mujer y nunca la desea. No hace vida matrimonial. Es santo puro, al extremo de que las hijas de Osain no se deben casar, y cuando reciben a Osain ya no son mujeres, porque Osain las quiere puras como él.»
Osain es cazador como el dios Ochosi: «Con un solo brazo maneja arco, flecha y escopeta, corre ligero con un solo pie»; y otro palero, autoridad también dudosa en materia lucumí, pretende que perdió los miembros que le faltan por haberle disparado al venado, «que tiene al santísimo Olofi en la frente». Acaso fue Changó quien, en uno de sus tremendos accesos de cólera, lo dejó así maltrecho. «Changó lo desbarató a pedradas en una riña. De una, le tumbó un brazo; de otra, una pierna y le reventó
un ojo: Changó y Oyá se habían concertado para cogerle su ese. Oyá fue a pedirle unas cuentas, dándole una jícara llena de aguardiente y un tabaco, y esto, con Idea de robarle el güiro. Medio borracho Osain se enamoró.de Oyá y la pretendió. Ahí empezaron a disputar; a luchar.
Chango vino en defensa de Oyá. Oggún, que oyó la sanfrancia, se puso de parte de Osain. Changó le largó un rayo y le partió un brazo. Osain huyó a esconderse en su caseta, y otro rayo le alcanzó la pierna en el momento en que iba a esconderla. Asomo la cara y, ¡chas!; Changó lo dejó tuerto.
Oggun, para librarse de las piedras de rayo de Changó, se volvió hierro, pararrayos; y la piedra se partió en pedazos. Pero Osain quedó roto.»
A esta historia, otro de mis osainistas objeta también que «Osain no es mujeriego, Y que siempre ha sido gran amigo de Changó», a quien voluntariamente le hizo don de su magia.
Lo que sucedió fue esto: Osain le daba guerra a Orula. Le hacia iká. Orula no se metía con Osain. Cansado de sufrir tantos trastornos sin saber quién: era su enemigo, consultó con Changó. Este le mandó hacer un trabajo con doce mechas de algodón encendidas y doce odduará -doce piedras de rayo. «y así conocerás a tu enemigo -le dijo Changó. Mientras Orula estaba en su casa haciendo este ebbó, Osain estaba en el monte buscando ewe para perjudicarlo. Tan pronto Orula empezó a invocar y a encender las mechas, cayó un rayo .allá en el monte, y Osain quedó preso entre dos fuegos. ASI perdió los miembros y el ojo que le falta. Poco despues, Orula pasó frente a un bohío y oyó unos lamentos. Deseoso de prestarle auxilio. a quien se quejaba, entró, vio a un quemado, que era Osain, y descubrió al fin quién era su enemigo.»
Un osainista nos dirá que, no obstante ser Ifá mayor que Osain, «tuvo que humillarse ante él. Necesitaba un ewe, y mandó a sus hijos al monte a roarle, que se lo diese; Osain acabó con todos los hijos de Orula, y Orula se inclino ante su poder».
Todos los que, han visto a Osain están de acuerdo en que es cojo, tuerto y manco. «Elecan, oletee, ofotan… La boca torcida, la cabeza, grande como un melon; habla famoso y brinca sobre su único pie.»
Osain suele aparecerse a los trasnochadores pasadas las doce, y les pide ina -candela- para encender su tabaco o su pipa. Un mayordomo nganga de un templo, «rama» de la extendida regla del Santo Cristo del Buen Viaje, que ya hemos mencionado -fundada en el siglo pasado por el mulato Andres PetIt, de quien tendremos ocasión de hablar otras veces-, aunque no es hombre de carácter pusilánime, jamás sale solo a horas avanzadas de la noche; a este intrépido aprendiz de brujo, acostumbrado a saltar en la oscuridad las tapias de los cementerios, Osain se le mostró en cierta ocasión que atravesaba un «placer», y pidiéndole fuego para encender su pipa, lo hizo correr hasta perder el resuello. «Su vista era horrorosa.» No hay negro que no tema encontrarse de noche a este personaje: okani, eloseka -cojo y odyú oká -tuerto-, o a Oggún, quien también se complace en asustar a los noctámbulos. Y no se diga a Elegua, a Eshu. Sus chillidos intempestivos y penetrantes asustan tanto al negro, que este no se atreve a silbar nunca a solas, por miedo a que Elegua le responda.
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