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Una guantanamera partecipera' alla Maratona delle Sabbie
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Una guantanamera partecipera' alla Maratona delle Sabbie
http://www.cubanet.org/destacados/una-guantanamera-en-el-marathon-des-sables/
Una guantanamera en el Marathon des Sables
Ha sufrido varios retos en su vida, desde cruzar la base naval de Guantánamo hasta escapar de Cuba en una balsa rústica y ser capturada.
El Marathon des Sables es una de las carreras de larga distancia más difíciles del mundo. Los participantes deben recorrer aproximadamente unos 240 kilómetros del desierto del Sahara en 6 días, con etapas de hasta 80 kilómetros. Por si fuera poco, los corredores sufren temperaturas extremas que rozan los 50ºC y deben cargar además su equipo, comida y agua (que llega a pesar hasta 15Kg) para toda la prueba.
El Marathon des Sables está previsto que ocurra entre el 3 y el 13 de abril del 2015. Esta será la segunda vez, en sus 29 ediciones anteriores, que participa una cubana.
Ese año, la guantanamera Iliana Hernández llevará con mucho orgullo la bandera cubana. Desde ya, ha comenzado su etapa de entrenamiento, pues el Marathon des Sables requiere una preparación psicológica y física formidable. Iliana vivirá esos días en el desierto, entre rocas y arena con altas y bajas temperaturas resistiendo el desespero de estar en medio de la nada con un solo objetivo: lograrlo.
Ha sufrido varios retos en su vida; desde cruzar la base naval de Guantánamo hasta escapar de Cuba en una balsa rústica y ser capturada. En medio de su riguroso entrenamiento, la deportista dedicó unos minutos para compartir su fascinante historia con los lectores de Cubanet.
¿Cómo llegaste desde Guantánamo hasta la Maratón des Sables?
Desde que cumplí 13 años de edad me di cuenta de que no vivía en el mejor país del mundo, como nos vendían los medios de comunicación. Nos enseñaban lo malo de los demás países pero nunca lo bueno. En mi casa en Guantánamo, éramos unos de los pocos vecinos que teníamos teléfono fijo y muchos familiares de los vecinos que vivían en el extranjero llamaban ahí para comunicarse con los suyos. Cuando recibía esas llamadas, hacía preguntas aprovechando el tiempo que tenía mientras que el familiar llegaba a casa. Las respuestas que escuchaba no eran las que me decían en Cuba. Cuando iban de visita a Guantánamo, esos familiares tenían un semblante diferente. Siempre me preguntaba por qué ellos podían visitar nuestro país y nosotros no podíamos salir de Cuba.
En las reuniones escolares siempre hacía preguntas muy incomodas a los profesores. Las respuestas nunca me convencían. Buscaba siempre la manera de salir de aquella mentira en la que vivía. Me di cuenta de que los universitarios eran como presos del Gobierno; si estudiabas una carrera tenías nulas las posibilidades de salir de Cuba. Los únicos que salían del país eran los deportistas y los artistas. Desde muy pequeña siempre me gustó el deporte y el arte. En la escuela participaba en competencias de atletismo con muy buenos resultados. Con 14 años practiqué ciclismo; todo lo que hacía era por y para salir de allí.
Pasaron los años y llegó la salida masiva del 94. Me llamaron desde La Habana mis familiares para decirme que estaban preparando una embarcación y sin pensarlo lo dejé todo y salí en una rastra (camión grande) como animales, con muchas otras personas que se dirigían a la capital, no sé si a lo mismo que yo. Cuando llegué, estaba mi familia terminando la embarcación. Les entregué todo el dinero que tenía. Al tercer día nos echamos a la mar. Salimos unas 8 millas fuera. Nuestra embarcación era muy precaria. Tuvimos la mala suerte de que se rompió el motor y nos dimos la vuelta. La familia, al ver el peligro que se venía, decidió dejar (en tierra) a los niños y a los más jóvenes, entre los que me encontraba yo. Ese fue mi primer intento fallido.
Decidí quedarme en La Habana. Empecé a trabajar en Playas del Este en un negocio de ventas de cocos al natural. Ese invierno me fui unos días a Guantánamo a ver a la familia y allí supe de un chico que por cierta cantidad de dinero te acercaba a la Base Naval de Guantánamo. Enseguida me puse en contacto con él.
Salí de Guantánamo con otras 16 personas, todos chicos, la única mujer era yo. Al principio no fue difícil, íbamos con alguien que conocía la zona. Caminábamos todo el día y, al llegar la noche, descansábamos para continuar al día siguiente. Llegamos cerca del mar y esperamos de nuevo la noche para lanzarnos al agua. Estábamos a pocas millas de nuestro destino final. La alegría que teníamos era inmensa, sabíamos que nos jugábamos la vida, pero nuestro sueño era más fuerte que todo eso. Cuando llegó la noche, nos despojamos de todo lo que llevábamos y nos metimos al agua para llegar a la Base (naval norteamericana). Íbamos todos juntos por los “dientes de perro”. Había mucho oleaje. En cierto momento una ola muy fuerte me tiró. Me di un golpe en la cabeza y pensé que todo había terminado. Nos habíamos perdido de vista, pero pude salir a la superficie y decir que estaba viva. Algunos decidimos ir un poco mar adentro para evitar el peligro de las rocas, pero fue peor, nadábamos a contracorriente. Pasamos toda la noche nadando pero al parar para descansar, la corriente nos devolvía al mismo sitio. Fue una batalla perdida.
Al amanecer, llegamos a la orilla, pero no era la de la Base. Yo estaba dispuesta a esperar la noche para volver a lanzarnos pero mi amigo no quiso y decidimos regresar e intentarlo en otro momento. El regreso fue una gran aventura: sin agua ni comida, descalzos, semidesnudos y a la deriva. Emprendimos el camino, bajo un sol fulminante y un terreno lleno de espinas y semidesértico. Así pasamos dos días con sus noches, andando, descansando solo cuando el agotamiento no nos dejaba avanzar más. Mi cuerpo no me pedía agua ni comida, porque sabía que no había. Así estuvimos hasta que llegamos a las cercanías de Guantánamo. Como casi siempre ocurre, un chivatazo dio la alarma a los policías y fuimos detenidos. Estuve 37 días encarcelada. Por suerte las condenas por salidas ilegales ya no eran tan fuertes y me condenaron a tres años de libertad condicional. Siete de nosotros consiguieron llegar, los que continuaron por las rocas. Unos amigos españoles se condolieron de mis dos intentos fallidos y me ayudaron a salir de Cuba. A la tercera fue la vencida, en un avión directo a Madrid.
Eres una persona valiente que pone empeño y dedicación para lograr sus metas.
¿Qué le dirías a los cubanos que se encuentran dentro y fuera de la isla?
Ojalá y los millones de cubanos de la isla tuviesen acceso a internet para leer esta entrevista. Les diría que mi corazón estará con ellos en esa carrera y que de nosotros depende el futuro de nuestro país. Es hora de pensar menos en nuestras individualidades y más en nuestro país. Con un granito de arena que pongamos todos podemos conseguir llevar la democracia a Cuba. Aquí estamos todos comprometidos y, aunque estemos fuera, seguimos siendo víctimas y prisioneros de esos dictadores, porque aceptamos las leyes que nos imponen y no hacemos nada por ello. Basta ya de mirar a otro lado y apoyemos a nuestros compatriotas, que se juegan más que nosotros allá en la isla.
¿Cuál ha sido tu mayor motivación para participar en la Maratón?
Cuando conocí la Marathon des Sables y supe su importancia y su huella en la conciencia internacional, la nula participación de los cubanos en este trascendental evento, el entorno en que se desarrolla y sus benéficas intenciones, recordé aquella vivencia y me dije: si la otra vez conseguí superarlo sin agua, comida, médico ni entrenamiento, entonces esta vez sí lo lograré.
Iliana ya ha iniciado las prácticas. Ahora todo depende de la destreza que alcance para lograr vencer este gran reto. Ella está agradecida de la buena voluntad de algunos patrocinadores que la están ayudando a cumplir el desafío de atravesar las mayores dunas y llanuras interminables del desierto para dejar bien alto el nombre de los cubanos.
Vea aquí el perfil de Facebook de la atleta y su blog personal:
https://www.facebook.com/pages/Guantanamera-en-des-Sables/657338257683030?sk=timeline
http://guantanameradessables.com/
Una guantanamera en el Marathon des Sables
Ha sufrido varios retos en su vida, desde cruzar la base naval de Guantánamo hasta escapar de Cuba en una balsa rústica y ser capturada.
El Marathon des Sables es una de las carreras de larga distancia más difíciles del mundo. Los participantes deben recorrer aproximadamente unos 240 kilómetros del desierto del Sahara en 6 días, con etapas de hasta 80 kilómetros. Por si fuera poco, los corredores sufren temperaturas extremas que rozan los 50ºC y deben cargar además su equipo, comida y agua (que llega a pesar hasta 15Kg) para toda la prueba.
El Marathon des Sables está previsto que ocurra entre el 3 y el 13 de abril del 2015. Esta será la segunda vez, en sus 29 ediciones anteriores, que participa una cubana.
Ese año, la guantanamera Iliana Hernández llevará con mucho orgullo la bandera cubana. Desde ya, ha comenzado su etapa de entrenamiento, pues el Marathon des Sables requiere una preparación psicológica y física formidable. Iliana vivirá esos días en el desierto, entre rocas y arena con altas y bajas temperaturas resistiendo el desespero de estar en medio de la nada con un solo objetivo: lograrlo.
Ha sufrido varios retos en su vida; desde cruzar la base naval de Guantánamo hasta escapar de Cuba en una balsa rústica y ser capturada. En medio de su riguroso entrenamiento, la deportista dedicó unos minutos para compartir su fascinante historia con los lectores de Cubanet.
¿Cómo llegaste desde Guantánamo hasta la Maratón des Sables?
Desde que cumplí 13 años de edad me di cuenta de que no vivía en el mejor país del mundo, como nos vendían los medios de comunicación. Nos enseñaban lo malo de los demás países pero nunca lo bueno. En mi casa en Guantánamo, éramos unos de los pocos vecinos que teníamos teléfono fijo y muchos familiares de los vecinos que vivían en el extranjero llamaban ahí para comunicarse con los suyos. Cuando recibía esas llamadas, hacía preguntas aprovechando el tiempo que tenía mientras que el familiar llegaba a casa. Las respuestas que escuchaba no eran las que me decían en Cuba. Cuando iban de visita a Guantánamo, esos familiares tenían un semblante diferente. Siempre me preguntaba por qué ellos podían visitar nuestro país y nosotros no podíamos salir de Cuba.
En las reuniones escolares siempre hacía preguntas muy incomodas a los profesores. Las respuestas nunca me convencían. Buscaba siempre la manera de salir de aquella mentira en la que vivía. Me di cuenta de que los universitarios eran como presos del Gobierno; si estudiabas una carrera tenías nulas las posibilidades de salir de Cuba. Los únicos que salían del país eran los deportistas y los artistas. Desde muy pequeña siempre me gustó el deporte y el arte. En la escuela participaba en competencias de atletismo con muy buenos resultados. Con 14 años practiqué ciclismo; todo lo que hacía era por y para salir de allí.
Pasaron los años y llegó la salida masiva del 94. Me llamaron desde La Habana mis familiares para decirme que estaban preparando una embarcación y sin pensarlo lo dejé todo y salí en una rastra (camión grande) como animales, con muchas otras personas que se dirigían a la capital, no sé si a lo mismo que yo. Cuando llegué, estaba mi familia terminando la embarcación. Les entregué todo el dinero que tenía. Al tercer día nos echamos a la mar. Salimos unas 8 millas fuera. Nuestra embarcación era muy precaria. Tuvimos la mala suerte de que se rompió el motor y nos dimos la vuelta. La familia, al ver el peligro que se venía, decidió dejar (en tierra) a los niños y a los más jóvenes, entre los que me encontraba yo. Ese fue mi primer intento fallido.
Decidí quedarme en La Habana. Empecé a trabajar en Playas del Este en un negocio de ventas de cocos al natural. Ese invierno me fui unos días a Guantánamo a ver a la familia y allí supe de un chico que por cierta cantidad de dinero te acercaba a la Base Naval de Guantánamo. Enseguida me puse en contacto con él.
Salí de Guantánamo con otras 16 personas, todos chicos, la única mujer era yo. Al principio no fue difícil, íbamos con alguien que conocía la zona. Caminábamos todo el día y, al llegar la noche, descansábamos para continuar al día siguiente. Llegamos cerca del mar y esperamos de nuevo la noche para lanzarnos al agua. Estábamos a pocas millas de nuestro destino final. La alegría que teníamos era inmensa, sabíamos que nos jugábamos la vida, pero nuestro sueño era más fuerte que todo eso. Cuando llegó la noche, nos despojamos de todo lo que llevábamos y nos metimos al agua para llegar a la Base (naval norteamericana). Íbamos todos juntos por los “dientes de perro”. Había mucho oleaje. En cierto momento una ola muy fuerte me tiró. Me di un golpe en la cabeza y pensé que todo había terminado. Nos habíamos perdido de vista, pero pude salir a la superficie y decir que estaba viva. Algunos decidimos ir un poco mar adentro para evitar el peligro de las rocas, pero fue peor, nadábamos a contracorriente. Pasamos toda la noche nadando pero al parar para descansar, la corriente nos devolvía al mismo sitio. Fue una batalla perdida.
Al amanecer, llegamos a la orilla, pero no era la de la Base. Yo estaba dispuesta a esperar la noche para volver a lanzarnos pero mi amigo no quiso y decidimos regresar e intentarlo en otro momento. El regreso fue una gran aventura: sin agua ni comida, descalzos, semidesnudos y a la deriva. Emprendimos el camino, bajo un sol fulminante y un terreno lleno de espinas y semidesértico. Así pasamos dos días con sus noches, andando, descansando solo cuando el agotamiento no nos dejaba avanzar más. Mi cuerpo no me pedía agua ni comida, porque sabía que no había. Así estuvimos hasta que llegamos a las cercanías de Guantánamo. Como casi siempre ocurre, un chivatazo dio la alarma a los policías y fuimos detenidos. Estuve 37 días encarcelada. Por suerte las condenas por salidas ilegales ya no eran tan fuertes y me condenaron a tres años de libertad condicional. Siete de nosotros consiguieron llegar, los que continuaron por las rocas. Unos amigos españoles se condolieron de mis dos intentos fallidos y me ayudaron a salir de Cuba. A la tercera fue la vencida, en un avión directo a Madrid.
Eres una persona valiente que pone empeño y dedicación para lograr sus metas.
¿Qué le dirías a los cubanos que se encuentran dentro y fuera de la isla?
Ojalá y los millones de cubanos de la isla tuviesen acceso a internet para leer esta entrevista. Les diría que mi corazón estará con ellos en esa carrera y que de nosotros depende el futuro de nuestro país. Es hora de pensar menos en nuestras individualidades y más en nuestro país. Con un granito de arena que pongamos todos podemos conseguir llevar la democracia a Cuba. Aquí estamos todos comprometidos y, aunque estemos fuera, seguimos siendo víctimas y prisioneros de esos dictadores, porque aceptamos las leyes que nos imponen y no hacemos nada por ello. Basta ya de mirar a otro lado y apoyemos a nuestros compatriotas, que se juegan más que nosotros allá en la isla.
¿Cuál ha sido tu mayor motivación para participar en la Maratón?
Cuando conocí la Marathon des Sables y supe su importancia y su huella en la conciencia internacional, la nula participación de los cubanos en este trascendental evento, el entorno en que se desarrolla y sus benéficas intenciones, recordé aquella vivencia y me dije: si la otra vez conseguí superarlo sin agua, comida, médico ni entrenamiento, entonces esta vez sí lo lograré.
Iliana ya ha iniciado las prácticas. Ahora todo depende de la destreza que alcance para lograr vencer este gran reto. Ella está agradecida de la buena voluntad de algunos patrocinadores que la están ayudando a cumplir el desafío de atravesar las mayores dunas y llanuras interminables del desierto para dejar bien alto el nombre de los cubanos.
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Re: Una guantanamera partecipera' alla Maratona delle Sabbie
..y cuando le tocara' a una..santaclarense?
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