El recuerdo del General

Aun el central Constancia, en el centro de la isla, recuerda la agilidad de sus pasos, su voz apurada y esos deseos insaciables de un despertar para el movimiento obrero cubano.

Con solo veinte años, el machetero supo que la alternativa era única: sumarse a la vanguardia de su clase. Por eso ingresó las filas del primer Partido Comunista de Cuba con el seudónimo de Junio.

La Habana se convirtió en primer destino, en espacio de denuncia ante la opresión constante a la que muchos como él eran sometidos. A su regreso, lo esperaban una golpiza y el despido del central, pero también el apoyo de todo su pueblo.

Comenzaba así la historia de este revolucionario pleno que para subsistir, apuesta por el sector tabacalero en zonas como Cabaiguán, Guayo y Zaza del Medio.

Corrían los primeros años de la década del 40 cuando el muchacho de Encrucijada es electo Secretario del Sindicato Azucarero en la provincia de Las Villas. Después, por esa fuerza para sumar, su Secretario General y Representante a la Cámara del Gobierno por el Partido Socialista Popular.

El descendiente de mambises, logró importantes conquistas para los hombres del azúcar: el descanso retribuido, el acceso de las mujeres a la maternidad obrera, la creación de la Caja de Retiro y Asistencia Social, y su victoria más significativa, el pago del Diferencial Azucarero en la mismísima punta de la mocha, según sus propias palabras.

Detener tanta valentía, tanto carácter se convirtió en meta para la política de Guerra Fría impulsada por el gobierno auténtico de Grau San Martín.

En la estación del ferrocarril de Manzanillo, el 22 de enero de 1948, una bala intentó apagar su voz y detener la agilidad de sus pasos, esos que aun se escuchan en el central Constancia y en el recuerdo de quienes mantienen vivo al General de las Cañas.

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