Emigrar es como levantar cabeza

LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org -El pasado lunes 14 de enero, antes de las 6 de la mañana, un centenar de personas aguardaban afuera de las oficinas de emigración, en 17 entre J y K, para solicitar un nuevo pasaporte. Un oficial expresó a todos que solo los que no tenían pasaporte debían estar allí.

Los ministerios serán los encargados de otorgar el permiso para poder viajar. Por ejemplo, solo los médicos y enfermeras que han renunciado a su empleo y están por eso “desvinculados” del Ministerio de Salud Pública, podrán viajar sin autorización; los que aún pretendan conservar su puesto de trabajo deberán pedir permiso.

Las embajadas, por su parte, desde el lunes tenían custodia policial especial, además del propio sistema de seguridad que acostumbrábamos a ver. Ecuador, que hasta el momento solo pedía como requisito probar que la persona poseía 1000 dólares americanos para viajar, a partir del día comenzó a pedir una carta de invitación, en la que alguien en ese país se haga responsable del cubano que va a viajar. Moscú permite estar 30 días sin visa, y Barbados 28 días. Todavía Aeroflot tiene boletos para viajar a Moscú antes de fin de mes. Y en 30 días se puede buscar un permiso de trabajo… Se dice en la calle que con un paquete turístico que incluya a Cancún como destino se puede cruzar la frontera de Estados Unidos.

Una paradoja más que tendrá que resolver el cubano con su inagotable ingenio es la de cómo llegar a aquellos países que, por no requerir una visa, se muestran como opciones tentadoras para empezar, porque muchos vuelos no son directos y se necesita una visa del país cuyo aeropuerto sirve de escala. Un contrasentido que parece una burla del destino.

Pero la mayoría de los cubanos no cuenta con capital para gastos de viaje. Sigue siendo la reclamación familiar o la carta de invitación de algún amigo dispuesto a pagar el viaje, la manera como se puede salir de Cuba. Otros podrían vender sus casas para intentar abrirse camino fuera, pero eso es como quemar las naves. La mayoría no tiene ni casa que vender. Parece aquella vieja historia de cuando el emperador Ciro dio carta de libertad a los hebreos para reconstruir su ciudad, con la diferencia de que la mayoría de los cubanos se aleja de la suya y se reconocen al salir empobrecidos y ansiosos, tras un largo cautiverio que parece no terminar nunca.

Siempre ha existido mucha creatividad por parte del cubano respecto al tema migratorio. En estos años no han faltado los permisos de trabajo con los que han logrado irse profesionales muy talentosos, en ocasiones en discrepancia con el régimen sin que lo hayan hecho suficientemente público. Pero han existido, y ahora con la nueva ley también recuperan el derecho a volver de visita al país que los obligó al destierro. Porque muchos de estos profesionales han estado 15 años sin poder abrazar a sus padres porque el gobierno cubano les negaba el derecho a entrar a su país natal por haberse ido con un pasaporte “rojo”.

Muchas personas mayores, de más de 50 años, que en estos años hicieron los trámites para obtener la ciudadanía española, por haber sido sus padres descendientes de españoles, ahora pueden irse directo al aeropuerto y volar con Air Europa.

Pero la gente dice repetidamente que “no es tan simple, el mundo también está en crisis”. Así que la escapatoria requiere de más de un método táctico. En general, los cubanos no piensan en hacer turismo, sino en “levantar cabeza”. La expresión es callejera pero encierra un significado tremendo. “Levantar la cabeza” es también sinónimo de recuperar la dignidad. Claro que eso no se consigue solo con dinero, pero la libertad económica es inseparable de la libertad política.

Y es en ese punto donde quisiera detenerme. El cubano, en última instancia, se encuentra indefenso ante el poder del Estado. En principio, los cubanos entregaron sus libertades al Estado Socialista para obtener a cambio seguridad social. El resultado es que cada día se encuentran más desarmados e inseguros.

Con la autonomía económica podría sobrevenir la necesidad de libertad en el terreno político. No es que los ciudadanos tengan que ser políticos, es que en las sociedades regidas por el partido comunista, la política y el Estado intervienen muy negativamente en la vida de las personas y las condicionan a un comportamiento que muchas veces no es ético. Todo eso puede cambiar si el cubano consigue definitivamente la emancipación económica. Saldrá, simultáneamente, de la sumisión y de la corrupción.

Cada vez jugará menos “el kilo con el billete”, y así es posible que por su propio peso caiga la ideología, el discurso del partido único, el autoritarismo, y llegue el fin de la corrupción, de la penalización de la discrepancia política. Y de manera no violenta se realice en Cuba el cambio que tantos añoramos.