El color del futuro de la nación

LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org -En Cuba continúa el creciente mestizaje de la población y la también constante y creciente emigración de la denominada población blanca. En el futuro democrático, el peso de negros y mestizos en el entramado político será definitorio.

Por eso, el futuro económico y político de la población negra y mestiza en la Isla no es un compartimento estanco. La visión sectaria o estereotipada del negro en la sociedad cubana no nace solamente desde el poder; también contribuye a ello la manera en que éste se mira a sí mismo. En tal sentido, es primordial el papel de la familia, como primera escuela. Es esencial en el punto de giro que pueda dar la existencia y el rol social futuro del niño o la niña.

En estas circunstancias de crisis económica, moral y espiritual, el sistema educativo estatal ni siquiera está en condiciones de ofrecer una instrucción de calidad. Los principios éticos y la educación cívica se inculcan desde la cuna. Si la familia pierde de vista, en la formación de los hijos, este balance entre lucha por la supervivencia y ética personal, nuestro futuro estará en manos de mafiosos y no de ciudadanos. Las cárceles seguirán llenándose de jóvenes negros que perdieron su brújula personal, porque repitieron el esquema sectario de un entorno social deformado por antiguos prejuicios, abandonos y postergación económica y social, a los que el gobierno revolucionario nunca puso fin.

Es necesaria la existencia de organizaciones y partidos que enfocan su ejecutoria desde la perspectiva socio-racial. En las actuales circunstancias, las organizaciones alternativas de este tipo intentan abonar el camino de crecimiento de una sociedad civil diversa. Perfilan el futuro y ofrecen una voz contraria a la oficial. Pero el reto principal es el de llegar a los barrios, tocar a las puertas de las casas, aglutinar a las mentes más lúcidas y capaces. Sembrar en los jóvenes la confianza en sí mismos y en su capacidad para cambiar el entorno político y sociocultural. Transformar la mentalidad de supervivencia y violencia como método de desenvolvimiento social.

Que el orgullo de ser negro no se base en una filosofía de confrontación sectaria. Que la llamada “discriminación a la inversa” no lastre la fraternidad entre todos como cubanos en la diversidad de una nación multicultural. Cese desde la cuna la perniciosa y dañina separación, triste y sutil, que se define por el mayor o menor alaciado del pelo.

Va sobrando todo aquello que nos separa como hombres y mujeres en el ejercicio ciudadano. Toda división es caldo de cultivo para el dominio esclavista del totalitarismo. Es seguir aceptando ser los súbditos de un poder que no lo pensará dos veces para venderse al mejor postor y luego dejarnos con las deudas. Es ponernos los grilletes y seguir siendo eternamente los sacrificados en nombre de un supuesto porvenir que ya no va a llegar. Es cambiar esa nobleza y fuerza que desemboca desde los ancestros, por el envilecimiento y el crimen que nos enfrenta y nos daña.

Los patricios blancos de la rebelión independentista ofrecieron al negro esclavo libertad a cambio de la fuerza de su brazo y el sacrificio de su sangre. Los generales de la segunda guerra los colocaron en la primera línea de combate. Luego los defraudaron cuando los relegaron a ser ciudadanos de tercera categoría y ahogaron en sangre su clamor por derechos sin los cuales la libertad es un grillete. El castrismo los convirtió en sujetos de una ideología páter-blanca y le trastocó derechos por subvenciones.

En esta patria mestiza estamos todos en la verdadera hora de la abolición de la esclavitud. La vocación democrática, cultivada en momentos de tribulación, será la escuela que nos llevará a superar el lastre de dolor heredado de la tiranía. El color de nuestro destino será también el de nuestro futuro y el del futuro de la nación

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