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Hemingway en Kuba
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Hemingway en Kuba
http://www.lajiribilla.cu/2009/n425_06/425_09.html
“Siempre tuve suerte escribiendo en Cuba”
Ernest Miller Hemingway, ilustre e importantísimo escritor norteamericano, toca tierra cubana por vez primera, a bordo del vapor Orita, unos meses antes de cumplir los 28 años.
Cierto que solo estuvo de paso en esa ocasión, pero este breve espacio de tiempo marcará un hecho importante para su vida y lo será, posteriormente, para su obra.
Fueron 12 en total los viajes realizados a Cuba por Ernest Hemingway entre el primero (1º de abril de 1928) y el último ya con todas sus pertenencias (24 de diciembre de 1939). Vale destacar que desde mayo de este mismo año, él y Martha Gellhorn, quien se convertiría en su tercera esposa, habitan en Finca Vigía.
Hemingway conoció muy profundamente Cuba. La Habana y, muy en especial Finca Vigía y el pueblo de Cojímar, representaron para el escritor su consolidación como artista, su reafirmación como ser humano, su identificación con el pueblo cubano y su idiosincrasia. Y es en Cuba donde perfeccionó una disciplina extrema en su labor creativa. Es también el sitio desde donde obtuvo lo mejor en su vida como creador, el Premio Pulitzer (1953) y el Premio Nobel de Literatura (1954) por la obra de la vida pero, fundamentalmente, por El viejo y el mar. "Siempre tuve suerte escribiendo en Cuba", afirmó una vez.
En su bibliografía pasiva, lamentablemente, todavía Cuba se menciona demasiado aprisa, restando la importancia que realmente tuvo su estancia en nuestro país para el escritor.[1]
Se ha escrito, a menudo, incluso por autores cubanos, sobre la falta de contacto de Ernest Hemingway con la intelectualidad cubana. Inclusive se le impugna el desconocimiento de la obra de otros artistas contemporáneos de La Habana.
Gabriel García Márquez, en el prólogo que escribe al libro Hemingway en Cuba, de Norberto Fuentes[2], expresa: “No hay indicios de que hubiera intentado alguna vez hacer algún contacto con el ambiente intelectual y artístico de La Habana, que en medio del envilecimiento oficial y la concupiscencia pública seguía siendo uno de los más intensos del continente”.
Como este Hemingway continúa aún desconocido, con estas aproximaciones al tema solo pretendemos dar a conocer algunos aspectos ni tan conocidos ni tan divulgados por los principales biógrafos del autor norteamericano, aunque sí tratados de alguna manera, en los últimos años, por algunos críticos e investigadores cubanos de la vida y la obra del escritor norteamericano en Cuba.
En el pueblo de Cojímar, inmortalizado en su genial El viejo y el mar, su memoria está perpetuada no solo en el busto del escultor José Boada sino también en la memoria histórica de ese sitio. Y en San Francisco de Paula, a solo 12 ½ kilómetros del centro de la capital, se encuentra Finca Vigía donde continúa vigente la figura de aquel americano que permitió a los niños pobres del pueblo jugar con sus hijos, formar parte del equipo de pelota Las estrellas de Guigui y donde también asistiera, algunas veces, a misa en la pequeña Ermita del pueblo.
Su vida en Cuba transcurre, fundamentalmente, entre estos dos pueblos: San Francisco de Paula y Cojímar. Sitios donde la pobreza campeaba por sus respetos y donde cada uno de sus habitantes debía luchar por la subsistencia diaria. Y los muchachos de aquella época, en ambos sitios, recuerdan los esfuerzos que ocasionalmente brindaba para aliviar de algún modo sus diarios problemas.
Reconocer cuánto conocía de las costas cubanas, muy especialmente de la noroccidental, de las especies de peces que aún pueblan sus aguas, es un honor que merece el escritor, quien fue a la vez excelente pescador y buen piloto de altura.
Reconocer también que en su Biblioteca de Finca Vigía sí está presente la obra de autores cubanos, es un modo de ser justos con el Hemingway que aún muchos desconocen. Hemingway siempre se mostró fiel a la amistad: “los escritores cubanos Enrique Serpa, Fernando G. Campoamor y Carlos Montenegro elogiaban la generosidad, lealtad y camaradería del gran escritor".[3] Con ellos compartió momentos especiales de su vida: gustos literarios, similitud en algunos temas tratados, la pesca a bordo del Pilar.
De Serpa permanecen en los libreros de la Biblioteca de Ernest, en Finca Vigía, las primeras ediciones de sus obras, algunas de ellas dedicadas al escritor norteamericano. Noche de fiesta, Contrabando, La Trampa, Norteamérica en guerra y Presencia de España, por solo citar alguna de ellas.
Es necesario adentrarse aún más en estos aspectos que tan profundamente ligan a Hemingway con la literatura cubana. Es en la crónica En las aguas azules (1936) donde se refiere por primera vez al tema que desarrollará finalmente en El viejo y el mar (1952). Este antecedente ha sido señalado por dos críticos cubanos: Mary Cruz[4] y Luis Rafael Hernández[5]. Este último revela con acierto que Enrique Serpa[6], en el cuento “La aguja” (publicado en la revista Carteles el 6 de mayo de 1934) narra la historia de un viejo pescador, quien a pesar de sus salidas diarias al mar no lograba llevar a bordo aguja alguna. El pescador se hace acompañar de su hijo Carlos. Padre e hijo insisten en la faena hasta encontrar “un hermoso castero” con el que entablan una pelea definitiva que les cuesta la vida. Tengamos en cuenta la fecha del cuento de Serpa y la crónica de Hemingway: “La aguja” (1934) y “En las aguas azules” (1936).
“La aguja” y El viejo y el mar coinciden en el tema. Hay una diferencia de 18 años entre una y otra obra, a favor de Enrique Serpa. También la novela Contrabando (1938) de Serpa, posee algunos puntos de contacto con To Have and Have Not (1937) de Ernest Hemingway. En esta la diferencia es de un año, a favor de Hemingway.
No pretendo ni remotamente sugerir que una u otra fueran producto de plagio literario. Nada más alejado de la realidad, sobre todo si tenemos en cuenta que entre la fecha de publicación de una obra y el período en que está siendo creada por el escritor puede mediar muchísimo tiempo. Lo que pretendo probar es que ambos escritores estuvieron en estrecho contacto, hay mucha coincidencia entre ellos y, además de la amistad que se profesaron mutuamente, también se entendieron a la perfección en el plano literario.
Estilos y tesis en ambos autores difieren pero, sin lugar a duda, lograron el reflejo auténtico y legítimo de la realidad cubana. Hemingway y Serpa escriben de lo que conocen, algo que Hemingway repitió en muchas oportunidades. Uno y el otro viven y participan de algún modo en la realidad histórica, política y social de la Cuba de los años 30. La pesca es una afición que comparten y conocen profundamente, luego es lógico que coincidan en muchos aspectos de su vida y su obra. Ambos fueron periodistas impenitentes. Ambos fueron escritores de éxito que resultaron galardonados por su obra literaria.
Podríamos añadir también otros autores cubanos como Lino Novás Calvo[7], uno de los narradores cubanos que Hemingway más apreciaba y con quien llega a sostener una fructífera amistad. Es justamente Lino el traductor al castellano de las obras de William Faulkner y de John Dos Passos, y quien realizó la primera traducción de El viejo y el mar al español, cuyo original se preserva también en Finca Vigía.
Al criterio del Dr. José Antonio Portuondo, expresado en una conversación con la autora de este trabajo sostenida en el Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba, mientras se organizaba el Primer Coloquio Internacional Hemingway, en 1995, “era una de las mejores traducciones de esta obra, si no la mejor, hecha al castellano” [8].
Hay similitud en el estilo descarnado y brutal y la determinada tendencia pesimista utilizados por ambos escritores en su narrativa. El estilo literario de Lino Novás es realista, rico y contradictorio. Según Max Enríquez Ureña, su técnica es novedosa y recuerda a Ernest Hemingway.
Pero tenemos también otro autor cubano no menos importante en la vida de Hemingway en La Habana y en sus contactos con los escritores del archipiélago cubano. Me refiero a Carlos Montenegro[9], quien insertado en la vanguardia del siglo XX, mantiene en su obra cierto objetivismo, determinada influencia del naturalismo válida para esa generación, pero que en algunos aspectos no es posible establecer una barrera entre el naturalismo y el realismo.
De su experiencia en prisión sacó provecho. Allí escribió El remero y otros cuentos (1929) y, además, fue capaz de trazar toda la trama de Hombres sin mujer (1938), novela en la que denuncia el sistema penitenciario existente en Cuba en esa época y su obra más famosa, no solo por la trascendencia de la acusación sino también por la repercusión que esta tuvo en diferentes clases de la población cubana. Es el destino difícil de ese hombre sencillo y humilde que atrapado por las normas de la sociedad comete un delito y va a parar a la cárcel. Pero allí las propias autoridades y el sistema existente permiten que el abuso de poder lo oprima y destruya. Muestra, crudamente, cómo la ausencia de un régimen carcelario más humano, posibilita el abuso sexual de los más débiles por los más fuertes y la eliminación de aquellos que se resisten al hecho. Un ejemplar de esta obra reposa en otro de los libreros.
Hombres sin mujer (1927), es el segundo libro de cuentos publicado por Hemingway. A pesar de la coincidencia de títulos entre ambos autores y la diferencia de años entre la publicación de uno y otro texto, nos enfrentamos a un enfoque diferente. En ambas obras el hombre carece de suerte, se mueve dentro del desarraigo y la desolación. El hombre está atrapado en un callejón sin salida. Pero Hemingway solamente comunica al lector lo que está sucediendo a sus personajes.
Por supuesto, no todos los autores cubanos que tuvieron contacto con Hemingway disfrutaron del raro privilegio de su amistad, aunque se mostró respetuoso y considerado con aquellos conocimientos que engrandecían a estos. En uno de sus libreros de Finca Vigía descansa un tomo de un autor, olvidado incluso por los cubanos y que muchos desconocen en la actualidad. Lo salva de esta ignorancia total el Diccionario de la Literatura Cubana[10]. Me refiero a Juan Manuel Planas[11] y su obra La corriente del Golfo (1920), cuya primera edición aparece dedicada por el autor a Ernest Hemingway, y fuera la primera novela de ficción científica escrita en Cuba. Su obra, que no goza de la mayor calidad artística, es fruto de un científico cubano que se dedicara a las ciencias y fuera un buen conocedor de la geografía y los mares que rodean a la isla de Cuba, aspecto nada alejado de los intereses de Ernest en nuestra isla.
Norberto Fuentes señala la “notable ausencia de arte cubano en las paredes de la casa de Hemingway”[12]. Sin embargo, desde nuestro punto de vista esta ausencia no es sinónimo de desconocimiento. Cómo explicar entonces su amistad con Antonio Gattorno, el pintor cubano. Para él escribió una monografía bajo el título de Gattorno.[13] Este trabajo deviene un excelente análisis de la situación social y económica que enfrentaban los artistas cubanos de la plástica en aquella época. Luego de detallarnos el largo viaje de estudios que durante siete años realizara el pintor por el continente europeo penetra en el mundo de este a su regreso a Cuba y nos revela que “No pintó negros, ni rumbas porque no quería invadir los dominios de la música. Pintó a los habitantes de una isla larga, triste, de verdor exuberante… Luego todo terminó; porque Cuba es un lugar más para dejarlo que para regresar a él… Porque un pintor no puede ganarse allí la vida”. Luego acota que, sin embargo, debe regresar a Cuba: “Porque él nació allí, y todo artista debe al lugar que más conoce destruirlo o perpetuarlo”.
Recordemos que recién en 1933 había sido derrocada la tiranía de Gerardo Machado y el país enfrentaba una dificilísima situación tanto política como económica, percibimos entonces a un Hemingway buen conocedor de la pintura y la realidad cubanas pero, a la vez, con dominio del desarrollo de la música.
Recordemos que el escritor ha estado en constante contacto con la situación política cubana. Su interés lo lleva a pedir al periodista norteamericano del Havana Elegant, Dick Amstrong, que lo mantenga informado sobre todo lo que se publica con relación a esta y le remita la mayor cantidad de recortes de prensa con esta información.
Otros autores cubanos también tuvieron contacto con Hemingway, entre ellos Nicolás Guillén[14], Poeta Nacional de Cuba, y Alejo Carpentier[15], galardonado con el Premio Cervantes. El primer encuentro transcurre en el París de los años 30. El segundo, en España, durante la Guerra Civil Española.
En el caso de Nicolás Guillén hay un tercer encuentro importante y este tiene lugar en Finca Vigía, durante la visita a Cuba de los poetas españoles Rafael Alberti y su esposa María Teresa León, en 1960, a raíz del triunfo de la Revolución Cubana.
Carpentier incluso compara a Hemingway con el periodista y escritor cubano Pablo de la Torriente Brau[16], muerto en Majadahonda durante la Guerra Civil Española, al considerar que el estilo de Pablo tenía muchos paralelos con el “estilo brutal” de Hemingway. Existen en Cuba algunos estudios realizados con relación al estilo de ambos escritores. [17]
Indudablemente el archipiélago cubano resultó muy importante en la consolidación artística de Ernesto. Su obra madura, en la que muestra su consolidación artística y literaria, fue concebida en Cuba. Es justamente en Cuba y con El viejo y el mar, la obra más cubana de Ernest Hemingway, con la que logra los mejores y mayores lauros, aquellos con los que sueña cualquier escritor: el Premio Pulitzer, en 1953 y el Nobel de Literatura, en 1954. Pero tampoco debemos dejar de la mano que en toda su obra “cubana” siempre está presente el aspecto humano que le permitió su identificación con el pueblo de Cuba.
Otro aspecto a tener en cuenta es la presencia de la Mayor de las Antillas en una buena parte de la obra hemingwayana. A veces está presente de modo subliminal, otras es mucho más directa. Cuando, cubanos al fin, releemos la obra de Ernest, vamos reencontrando la recreación de hechos que se relacionan con la historia de Cuba antes de 1959. En muchas de sus crónicas aborda el tema cubano, sobre todo en aquellas vinculadas al mar y a la abundante pesca existente. Pero, indudablemente, a partir de su estancia en Cuba, esta siempre estuvo presente en su obra.
En Las verdes colinas de África (1935), aparece un enorme parlamento donde habla de la sufrida isla de Cuba. Al leer La Quinta Columna (1938), su única obra de teatro, vuelve Cuba a tomar un espacio en el escenario. En Nadie muere nunca, toda la descripción se corresponde con Cuba. Nos percatamos que los hechos tienen lugar en la Isla, aunque nunca se dice explícitamente.
Resulta increíble que en los cuentos “I Guess Everything Reminds You of Something” y “Greats News from the Mainland” la proximidad al paisaje cubano haya pasado desapercibida por largo tiempo. Y este descubrimiento se lleva a cabo por un joven investigador camagüeyano, Carlos Peón.[18] La causa más inmediata se vincula con la inexistencia de una traducción, al menos en Cuba, por lo que Peón decidió hacerla. Descubrió la cercanía cubana que existía en estas “…historias, de un Hemingway a quien los cubanos también consideramos nuestro. Consideraré… en esta cercanía los detalles de esa cubanidad que pasa inexorablemente por ambas historias, donde no falta el hálito mágico y siempre sugeridor de su hermosa Finca Vigía”.
“En ambas, el paisaje cubano transpira sugeridor, aunque en una de ellas se haga de una manera explícita (“Great News from the Mainland”) y en la otra quede ciertamente implícito. Sucede como pocas veces en la obra cuentística hemingwayana, que los mismos personajes habitan el mismo espacio temporal de las acciones narradas. Este detalle hace de ambas narraciones un continuum en el que el paisaje referido tiene un peso circunstancial para acomodar las acciones de tales personajes. Y ese paisaje es Cuba”.
Y ese paisaje, según Carlos Peón, “…se refiere en ambas narraciones al espacio vital de Finca Vigía, del Hemingway, narrador y alter ego ineludible de uno de los personajes retratados. El otro es inevitablemente uno de sus hijos, para mi gusto el siempre controversial Gregory, fallecido en 2001 en una cárcel de la Florida”. Y, ciertamente, cuando se leen los cuentos, una va encontrando todos los detalles de Finca Vigía: las construcciones, la piscina, los jardines y hasta los hábitos de sus moradores.
El viejo y el mar, la más importante, la más premiada, la más madura, fue pensada y creada en Cuba, “con su gente de Cojímar”, como decía Hemingway.
Leer Islas en la corriente nos permite adentrarnos en La Habana de los años 40. Hemingway nos conduce desde los hechos de la crónica roja más trascendentales de aquella época: por ejemplo, el caso de la descuartizada. Aquel hecho conmovió a toda la capital y fue comentado por la prensa y las emisoras de radio de todo el país. La descripción del paisaje mientras viaja en auto desde Finca Vigía hasta el centro de la capital puede comprobarse todavía hoy. Y una va descubriendo cómo el ojo incalculable de este hombre fue capaz de plasmar hasta en los detalles mínimos cuanto encontraba a su paso. Descubro desde una colina, por la Calzada de Güines, una vista del municipio 10 de Octubre con la Iglesia de los Pasionistas de la Víbora y me percato que es esta la parte de la ciudad que le recuerda a Toledo, pero no al “Toledo antiguo sino al moderno”. Es increíble.
Si continúo el viaje me enfrento a Tallapiedra, sitio desde donde se generaba la mayor parte de la energía eléctrica. Aún se mantienen activas algunas de sus partes. Continúa en pie todo el inmueble. También sus cercas. Y es ahí donde imagino a la pareja de ancianos delgados, mugrientos y tan hambrientos como su perro, que viven en una choza construida recostada a la cerca de Tallapiedra. Y más adelante está el cuartel de San Ambrosio y puedo ver, nuevamente, aquel soldado, que a pesar del hambre que existía en Cuba en esa etapa vivía un poco mejor que los otros ciudadanos, porque esa realidad se mantuvo vigente hasta 1959.
Sí estoy segura y totalmente de acuerdo con todos aquellos que han señalado a Hemingway como el más popular de los escritores norteamericanos del siglo XX, porque fue y es, realmente, uno de los mejores. Pero también creo que, sin lugar a duda, sin la presencia de Cuba en su obra y de su obra en Cuba, sin la existencia de Finca Vigía, tal vez la vida y la obra de Ernest Hemingway hubieran sido otras.
“Siempre tuve suerte escribiendo en Cuba”
Ernest Miller Hemingway, ilustre e importantísimo escritor norteamericano, toca tierra cubana por vez primera, a bordo del vapor Orita, unos meses antes de cumplir los 28 años.
Cierto que solo estuvo de paso en esa ocasión, pero este breve espacio de tiempo marcará un hecho importante para su vida y lo será, posteriormente, para su obra.
Fueron 12 en total los viajes realizados a Cuba por Ernest Hemingway entre el primero (1º de abril de 1928) y el último ya con todas sus pertenencias (24 de diciembre de 1939). Vale destacar que desde mayo de este mismo año, él y Martha Gellhorn, quien se convertiría en su tercera esposa, habitan en Finca Vigía.
Hemingway conoció muy profundamente Cuba. La Habana y, muy en especial Finca Vigía y el pueblo de Cojímar, representaron para el escritor su consolidación como artista, su reafirmación como ser humano, su identificación con el pueblo cubano y su idiosincrasia. Y es en Cuba donde perfeccionó una disciplina extrema en su labor creativa. Es también el sitio desde donde obtuvo lo mejor en su vida como creador, el Premio Pulitzer (1953) y el Premio Nobel de Literatura (1954) por la obra de la vida pero, fundamentalmente, por El viejo y el mar. "Siempre tuve suerte escribiendo en Cuba", afirmó una vez.
En su bibliografía pasiva, lamentablemente, todavía Cuba se menciona demasiado aprisa, restando la importancia que realmente tuvo su estancia en nuestro país para el escritor.[1]
Se ha escrito, a menudo, incluso por autores cubanos, sobre la falta de contacto de Ernest Hemingway con la intelectualidad cubana. Inclusive se le impugna el desconocimiento de la obra de otros artistas contemporáneos de La Habana.
Gabriel García Márquez, en el prólogo que escribe al libro Hemingway en Cuba, de Norberto Fuentes[2], expresa: “No hay indicios de que hubiera intentado alguna vez hacer algún contacto con el ambiente intelectual y artístico de La Habana, que en medio del envilecimiento oficial y la concupiscencia pública seguía siendo uno de los más intensos del continente”.
Como este Hemingway continúa aún desconocido, con estas aproximaciones al tema solo pretendemos dar a conocer algunos aspectos ni tan conocidos ni tan divulgados por los principales biógrafos del autor norteamericano, aunque sí tratados de alguna manera, en los últimos años, por algunos críticos e investigadores cubanos de la vida y la obra del escritor norteamericano en Cuba.
En el pueblo de Cojímar, inmortalizado en su genial El viejo y el mar, su memoria está perpetuada no solo en el busto del escultor José Boada sino también en la memoria histórica de ese sitio. Y en San Francisco de Paula, a solo 12 ½ kilómetros del centro de la capital, se encuentra Finca Vigía donde continúa vigente la figura de aquel americano que permitió a los niños pobres del pueblo jugar con sus hijos, formar parte del equipo de pelota Las estrellas de Guigui y donde también asistiera, algunas veces, a misa en la pequeña Ermita del pueblo.
Su vida en Cuba transcurre, fundamentalmente, entre estos dos pueblos: San Francisco de Paula y Cojímar. Sitios donde la pobreza campeaba por sus respetos y donde cada uno de sus habitantes debía luchar por la subsistencia diaria. Y los muchachos de aquella época, en ambos sitios, recuerdan los esfuerzos que ocasionalmente brindaba para aliviar de algún modo sus diarios problemas.
Reconocer cuánto conocía de las costas cubanas, muy especialmente de la noroccidental, de las especies de peces que aún pueblan sus aguas, es un honor que merece el escritor, quien fue a la vez excelente pescador y buen piloto de altura.
Reconocer también que en su Biblioteca de Finca Vigía sí está presente la obra de autores cubanos, es un modo de ser justos con el Hemingway que aún muchos desconocen. Hemingway siempre se mostró fiel a la amistad: “los escritores cubanos Enrique Serpa, Fernando G. Campoamor y Carlos Montenegro elogiaban la generosidad, lealtad y camaradería del gran escritor".[3] Con ellos compartió momentos especiales de su vida: gustos literarios, similitud en algunos temas tratados, la pesca a bordo del Pilar.
De Serpa permanecen en los libreros de la Biblioteca de Ernest, en Finca Vigía, las primeras ediciones de sus obras, algunas de ellas dedicadas al escritor norteamericano. Noche de fiesta, Contrabando, La Trampa, Norteamérica en guerra y Presencia de España, por solo citar alguna de ellas.
Es necesario adentrarse aún más en estos aspectos que tan profundamente ligan a Hemingway con la literatura cubana. Es en la crónica En las aguas azules (1936) donde se refiere por primera vez al tema que desarrollará finalmente en El viejo y el mar (1952). Este antecedente ha sido señalado por dos críticos cubanos: Mary Cruz[4] y Luis Rafael Hernández[5]. Este último revela con acierto que Enrique Serpa[6], en el cuento “La aguja” (publicado en la revista Carteles el 6 de mayo de 1934) narra la historia de un viejo pescador, quien a pesar de sus salidas diarias al mar no lograba llevar a bordo aguja alguna. El pescador se hace acompañar de su hijo Carlos. Padre e hijo insisten en la faena hasta encontrar “un hermoso castero” con el que entablan una pelea definitiva que les cuesta la vida. Tengamos en cuenta la fecha del cuento de Serpa y la crónica de Hemingway: “La aguja” (1934) y “En las aguas azules” (1936).
“La aguja” y El viejo y el mar coinciden en el tema. Hay una diferencia de 18 años entre una y otra obra, a favor de Enrique Serpa. También la novela Contrabando (1938) de Serpa, posee algunos puntos de contacto con To Have and Have Not (1937) de Ernest Hemingway. En esta la diferencia es de un año, a favor de Hemingway.
No pretendo ni remotamente sugerir que una u otra fueran producto de plagio literario. Nada más alejado de la realidad, sobre todo si tenemos en cuenta que entre la fecha de publicación de una obra y el período en que está siendo creada por el escritor puede mediar muchísimo tiempo. Lo que pretendo probar es que ambos escritores estuvieron en estrecho contacto, hay mucha coincidencia entre ellos y, además de la amistad que se profesaron mutuamente, también se entendieron a la perfección en el plano literario.
Estilos y tesis en ambos autores difieren pero, sin lugar a duda, lograron el reflejo auténtico y legítimo de la realidad cubana. Hemingway y Serpa escriben de lo que conocen, algo que Hemingway repitió en muchas oportunidades. Uno y el otro viven y participan de algún modo en la realidad histórica, política y social de la Cuba de los años 30. La pesca es una afición que comparten y conocen profundamente, luego es lógico que coincidan en muchos aspectos de su vida y su obra. Ambos fueron periodistas impenitentes. Ambos fueron escritores de éxito que resultaron galardonados por su obra literaria.
Podríamos añadir también otros autores cubanos como Lino Novás Calvo[7], uno de los narradores cubanos que Hemingway más apreciaba y con quien llega a sostener una fructífera amistad. Es justamente Lino el traductor al castellano de las obras de William Faulkner y de John Dos Passos, y quien realizó la primera traducción de El viejo y el mar al español, cuyo original se preserva también en Finca Vigía.
Al criterio del Dr. José Antonio Portuondo, expresado en una conversación con la autora de este trabajo sostenida en el Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba, mientras se organizaba el Primer Coloquio Internacional Hemingway, en 1995, “era una de las mejores traducciones de esta obra, si no la mejor, hecha al castellano” [8].
Hay similitud en el estilo descarnado y brutal y la determinada tendencia pesimista utilizados por ambos escritores en su narrativa. El estilo literario de Lino Novás es realista, rico y contradictorio. Según Max Enríquez Ureña, su técnica es novedosa y recuerda a Ernest Hemingway.
Pero tenemos también otro autor cubano no menos importante en la vida de Hemingway en La Habana y en sus contactos con los escritores del archipiélago cubano. Me refiero a Carlos Montenegro[9], quien insertado en la vanguardia del siglo XX, mantiene en su obra cierto objetivismo, determinada influencia del naturalismo válida para esa generación, pero que en algunos aspectos no es posible establecer una barrera entre el naturalismo y el realismo.
De su experiencia en prisión sacó provecho. Allí escribió El remero y otros cuentos (1929) y, además, fue capaz de trazar toda la trama de Hombres sin mujer (1938), novela en la que denuncia el sistema penitenciario existente en Cuba en esa época y su obra más famosa, no solo por la trascendencia de la acusación sino también por la repercusión que esta tuvo en diferentes clases de la población cubana. Es el destino difícil de ese hombre sencillo y humilde que atrapado por las normas de la sociedad comete un delito y va a parar a la cárcel. Pero allí las propias autoridades y el sistema existente permiten que el abuso de poder lo oprima y destruya. Muestra, crudamente, cómo la ausencia de un régimen carcelario más humano, posibilita el abuso sexual de los más débiles por los más fuertes y la eliminación de aquellos que se resisten al hecho. Un ejemplar de esta obra reposa en otro de los libreros.
Hombres sin mujer (1927), es el segundo libro de cuentos publicado por Hemingway. A pesar de la coincidencia de títulos entre ambos autores y la diferencia de años entre la publicación de uno y otro texto, nos enfrentamos a un enfoque diferente. En ambas obras el hombre carece de suerte, se mueve dentro del desarraigo y la desolación. El hombre está atrapado en un callejón sin salida. Pero Hemingway solamente comunica al lector lo que está sucediendo a sus personajes.
Por supuesto, no todos los autores cubanos que tuvieron contacto con Hemingway disfrutaron del raro privilegio de su amistad, aunque se mostró respetuoso y considerado con aquellos conocimientos que engrandecían a estos. En uno de sus libreros de Finca Vigía descansa un tomo de un autor, olvidado incluso por los cubanos y que muchos desconocen en la actualidad. Lo salva de esta ignorancia total el Diccionario de la Literatura Cubana[10]. Me refiero a Juan Manuel Planas[11] y su obra La corriente del Golfo (1920), cuya primera edición aparece dedicada por el autor a Ernest Hemingway, y fuera la primera novela de ficción científica escrita en Cuba. Su obra, que no goza de la mayor calidad artística, es fruto de un científico cubano que se dedicara a las ciencias y fuera un buen conocedor de la geografía y los mares que rodean a la isla de Cuba, aspecto nada alejado de los intereses de Ernest en nuestra isla.
Norberto Fuentes señala la “notable ausencia de arte cubano en las paredes de la casa de Hemingway”[12]. Sin embargo, desde nuestro punto de vista esta ausencia no es sinónimo de desconocimiento. Cómo explicar entonces su amistad con Antonio Gattorno, el pintor cubano. Para él escribió una monografía bajo el título de Gattorno.[13] Este trabajo deviene un excelente análisis de la situación social y económica que enfrentaban los artistas cubanos de la plástica en aquella época. Luego de detallarnos el largo viaje de estudios que durante siete años realizara el pintor por el continente europeo penetra en el mundo de este a su regreso a Cuba y nos revela que “No pintó negros, ni rumbas porque no quería invadir los dominios de la música. Pintó a los habitantes de una isla larga, triste, de verdor exuberante… Luego todo terminó; porque Cuba es un lugar más para dejarlo que para regresar a él… Porque un pintor no puede ganarse allí la vida”. Luego acota que, sin embargo, debe regresar a Cuba: “Porque él nació allí, y todo artista debe al lugar que más conoce destruirlo o perpetuarlo”.
Recordemos que recién en 1933 había sido derrocada la tiranía de Gerardo Machado y el país enfrentaba una dificilísima situación tanto política como económica, percibimos entonces a un Hemingway buen conocedor de la pintura y la realidad cubanas pero, a la vez, con dominio del desarrollo de la música.
Recordemos que el escritor ha estado en constante contacto con la situación política cubana. Su interés lo lleva a pedir al periodista norteamericano del Havana Elegant, Dick Amstrong, que lo mantenga informado sobre todo lo que se publica con relación a esta y le remita la mayor cantidad de recortes de prensa con esta información.
Otros autores cubanos también tuvieron contacto con Hemingway, entre ellos Nicolás Guillén[14], Poeta Nacional de Cuba, y Alejo Carpentier[15], galardonado con el Premio Cervantes. El primer encuentro transcurre en el París de los años 30. El segundo, en España, durante la Guerra Civil Española.
En el caso de Nicolás Guillén hay un tercer encuentro importante y este tiene lugar en Finca Vigía, durante la visita a Cuba de los poetas españoles Rafael Alberti y su esposa María Teresa León, en 1960, a raíz del triunfo de la Revolución Cubana.
Carpentier incluso compara a Hemingway con el periodista y escritor cubano Pablo de la Torriente Brau[16], muerto en Majadahonda durante la Guerra Civil Española, al considerar que el estilo de Pablo tenía muchos paralelos con el “estilo brutal” de Hemingway. Existen en Cuba algunos estudios realizados con relación al estilo de ambos escritores. [17]
Indudablemente el archipiélago cubano resultó muy importante en la consolidación artística de Ernesto. Su obra madura, en la que muestra su consolidación artística y literaria, fue concebida en Cuba. Es justamente en Cuba y con El viejo y el mar, la obra más cubana de Ernest Hemingway, con la que logra los mejores y mayores lauros, aquellos con los que sueña cualquier escritor: el Premio Pulitzer, en 1953 y el Nobel de Literatura, en 1954. Pero tampoco debemos dejar de la mano que en toda su obra “cubana” siempre está presente el aspecto humano que le permitió su identificación con el pueblo de Cuba.
Otro aspecto a tener en cuenta es la presencia de la Mayor de las Antillas en una buena parte de la obra hemingwayana. A veces está presente de modo subliminal, otras es mucho más directa. Cuando, cubanos al fin, releemos la obra de Ernest, vamos reencontrando la recreación de hechos que se relacionan con la historia de Cuba antes de 1959. En muchas de sus crónicas aborda el tema cubano, sobre todo en aquellas vinculadas al mar y a la abundante pesca existente. Pero, indudablemente, a partir de su estancia en Cuba, esta siempre estuvo presente en su obra.
En Las verdes colinas de África (1935), aparece un enorme parlamento donde habla de la sufrida isla de Cuba. Al leer La Quinta Columna (1938), su única obra de teatro, vuelve Cuba a tomar un espacio en el escenario. En Nadie muere nunca, toda la descripción se corresponde con Cuba. Nos percatamos que los hechos tienen lugar en la Isla, aunque nunca se dice explícitamente.
Resulta increíble que en los cuentos “I Guess Everything Reminds You of Something” y “Greats News from the Mainland” la proximidad al paisaje cubano haya pasado desapercibida por largo tiempo. Y este descubrimiento se lleva a cabo por un joven investigador camagüeyano, Carlos Peón.[18] La causa más inmediata se vincula con la inexistencia de una traducción, al menos en Cuba, por lo que Peón decidió hacerla. Descubrió la cercanía cubana que existía en estas “…historias, de un Hemingway a quien los cubanos también consideramos nuestro. Consideraré… en esta cercanía los detalles de esa cubanidad que pasa inexorablemente por ambas historias, donde no falta el hálito mágico y siempre sugeridor de su hermosa Finca Vigía”.
“En ambas, el paisaje cubano transpira sugeridor, aunque en una de ellas se haga de una manera explícita (“Great News from the Mainland”) y en la otra quede ciertamente implícito. Sucede como pocas veces en la obra cuentística hemingwayana, que los mismos personajes habitan el mismo espacio temporal de las acciones narradas. Este detalle hace de ambas narraciones un continuum en el que el paisaje referido tiene un peso circunstancial para acomodar las acciones de tales personajes. Y ese paisaje es Cuba”.
Y ese paisaje, según Carlos Peón, “…se refiere en ambas narraciones al espacio vital de Finca Vigía, del Hemingway, narrador y alter ego ineludible de uno de los personajes retratados. El otro es inevitablemente uno de sus hijos, para mi gusto el siempre controversial Gregory, fallecido en 2001 en una cárcel de la Florida”. Y, ciertamente, cuando se leen los cuentos, una va encontrando todos los detalles de Finca Vigía: las construcciones, la piscina, los jardines y hasta los hábitos de sus moradores.
El viejo y el mar, la más importante, la más premiada, la más madura, fue pensada y creada en Cuba, “con su gente de Cojímar”, como decía Hemingway.
Leer Islas en la corriente nos permite adentrarnos en La Habana de los años 40. Hemingway nos conduce desde los hechos de la crónica roja más trascendentales de aquella época: por ejemplo, el caso de la descuartizada. Aquel hecho conmovió a toda la capital y fue comentado por la prensa y las emisoras de radio de todo el país. La descripción del paisaje mientras viaja en auto desde Finca Vigía hasta el centro de la capital puede comprobarse todavía hoy. Y una va descubriendo cómo el ojo incalculable de este hombre fue capaz de plasmar hasta en los detalles mínimos cuanto encontraba a su paso. Descubro desde una colina, por la Calzada de Güines, una vista del municipio 10 de Octubre con la Iglesia de los Pasionistas de la Víbora y me percato que es esta la parte de la ciudad que le recuerda a Toledo, pero no al “Toledo antiguo sino al moderno”. Es increíble.
Si continúo el viaje me enfrento a Tallapiedra, sitio desde donde se generaba la mayor parte de la energía eléctrica. Aún se mantienen activas algunas de sus partes. Continúa en pie todo el inmueble. También sus cercas. Y es ahí donde imagino a la pareja de ancianos delgados, mugrientos y tan hambrientos como su perro, que viven en una choza construida recostada a la cerca de Tallapiedra. Y más adelante está el cuartel de San Ambrosio y puedo ver, nuevamente, aquel soldado, que a pesar del hambre que existía en Cuba en esa etapa vivía un poco mejor que los otros ciudadanos, porque esa realidad se mantuvo vigente hasta 1959.
Sí estoy segura y totalmente de acuerdo con todos aquellos que han señalado a Hemingway como el más popular de los escritores norteamericanos del siglo XX, porque fue y es, realmente, uno de los mejores. Pero también creo que, sin lugar a duda, sin la presencia de Cuba en su obra y de su obra en Cuba, sin la existencia de Finca Vigía, tal vez la vida y la obra de Ernest Hemingway hubieran sido otras.
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