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Gestione hotelera"militarizzata" en Cayo Coco
Asere Que Bola - A Cuba, esa loca y maravillosa isla :: Provincie :: L'Avana e province cubane :: Ciego de Avila e Cayo Coco / Guillermo
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Gestione hotelera"militarizzata" en Cayo Coco
http://www.martinoticias.com/a/cayo-coco-emporio-capitalismo-cubano/128225.html
Cayo Coco: un emporio del capitalismo militar cubano
La zona está concebida como un auténtico apartheid.
A la entrada del islote, un oficial de la policía, custodiado por varios militares con boinas rojas, chequea a las personas y vehículos que entran y salen del cayo avileño.
La brisa que llega de la costa es un chorro de aire caliente que apenas refresca. El sol reverbera y los turistas se refugian de la insoportable irradiación dentro de una piscina en forma de concha gigante, partida en dos por una pasarela de cemento.
Otros escapan de la canícula bajando cervezas como hooligans británicos o bebiendo en caravana un remedo de mojitos insípidos. Los excursionistas rusos y serbios siguen en lo suyo: tomando vodka con hielo como si fuese agua mineral, apoyados en la barra del bar del hotel Memories Flamenco Beach Resort, enclavado en Cayo Coco, en el archipiélago Jardines del Rey, al norte de Ciego de Ávila, provincia a unos 600 kilómetros al este de La Habana.
En la minúscula tienda, turistas mexicanos indagan dónde se puede comprar tequila El Cuervo. Cerca, un grupo de españoles sigue por televisión el desempeño de su compatriota Mireia Belmonte en las eliminatorias olímpicas de natación en Rio 2016.
Muy pocos turistas cubanos. Negros, menos. Pasada las dos de la tarde, el hotel Memories Flamenco parece una sesión plenaria en miniatura de las Naciones Unidas: europeos del este y el oeste, mexicanos, hindúes, asiáticos y estadounidenses que intentan no llamar la atención en su turismo clandestino a Cayo Coco.
“Viajar a Cuba ya no es un problema. Se justifica con cualquiera de los doce acápites autorizados y, aunque legalmente no está permitido, ninguna institución en Estados Unidos indaga si cuando viajamos a la isla hicimos turismo”, comenta un norteamericano de origen peruano de vacaciones con su esposa y dos hijos.
El hotel, de cinco estrellas, está ubicado en la carretera que enlaza Cayo Coco con Cayo Guillermo. Tiene 624 habitaciones, de ellas 12 suites y 4 adaptadas para minusválidos. En ese momento, la mitad de las habitaciones se encontraban desocupadas. “Estamos en temporada baja. Y a pesar de que el número de visitantes a Cuba continuó creciendo en 2016, la ocupación del hotel no supera el 50 por ciento”, señala un carpetero.
Como ocurre con el 70 por ciento de las instalaciones turísticas cubanas, el hotel Memories Flamenco es administrado por el emporio militar Gaviota S.A., una empresa que surgió en 1989 bajo el auspicio de Fidel Castro, con el pretexto de comprobar la rentabilidad en el incipiente negocio turístico.
“Cuando comenzó el auge del turismo, como en Cuba se roba tanto, con certeza no se conocían los beneficios que generaba un hotel. Gaviota redujo los gastos y elevó la productividad a base de bajos salarios y controles internos”, señala un empleado.
Otro empleado, conduciendo un carrito eléctrico que transporta a los recién llegados hasta su módulo habitacional, con total franqueza dice que “la mayoría de los trabajadores no estamos conformes con el trato que nos dan. Gaviota suele contratar empresas extranjeras para que administren sus hoteles. El salario es una mierda, yo gano 500 pesos (casi 20 dólares) y como es un hotel 'todo incluido', las propinas escasean. Los maleteros y las mucamas son los que más dinero extra se buscan. Pero siempre es mejor trabajar en un hotel que ser policía”.
Diariamente, una mucama limpia y prepara doce habitaciones. Su sueldo base es de 465 pesos y unos 18 dólares de estimulación. “Cuando no es Juana es su hermana. Lo cierto es que nunca recibimos un salario acorde a la cantidad de turistas alojados en el hotel. Más o menos escapo gracias a que los huéspedes suelen darme de dos a tres cuc de propina y cuando se marchan me dejan ropa y cosas de uso, pero sacarlas del hotel es un problema”, confiesa una mucama.
Según un jardinero, la mayor parte de los cubanos que trabajan en la gerencia cambiaron sus uniformes militares por guayaberas blancas o azules y pantalones negros. “Llegan de la vida militar pensando que un hotel se maneja igual que un cuartel. Además de groseros con nosotros, son unos prepotentes. No me voy porque mal que bien, laborar en un hotel es preferible a tener que ir a cortar caña”.
La mayoría de los empleados del Memories Flamenco reside en Morón, municipio a 50 minutos de Cayo Coco. “El régimen laboral es muy exigente. Yo trabajo siete días y descanso tres. El trato de la gerencia es distante. A pesar de los buenos resultados del hotel, Gaviota no permite que nuestros familiares puedan disfrutar de sus instalaciones. Hasta la comida que nos dan a los trabajadores es diferente. Por lo general poca y mal elaborada”, confiesa un dependiente del bar.
Además de Memories Flamenco, en Cayo Coco se localizan, entre otros, los hoteles Memories Caribe Beach Resort, Meliá Cayo Coco, Meliá Jardines del Rey, Pullman Cayo Coco, Pestana Cayo Coco All Inclusive Beach Resort, Tryp Cayo Coco, Colonial Cayo Coco, Sol Cayo Coco, Playa Coco, Playa Coco Star, Iberostar Mojito, Iberostar Cayo Coco y NH Krystal Laguna Villas & Resort, con más de 6,700 habitaciones en total.
La zona está concebida como un auténtico apartheid. A la entrada del islote, un oficial de la policía, custodiado por varios militares con boinas rojas, chequea a las personas y vehículos que entran y salen del cayo avileño.
Casi todos los hoteles situados en Cayo Coco son administrados por Gaviota, que tiene aspiraciones a seguir creciendo en los próximos años. Varias brigadas edifican tres nuevos hoteles que ampliarán aún más las capacidades habitacionales.
A muchos turistas no les agrada la estrategia de confinarlos en instalaciones distantes de pueblos y ciudades. “Es un fastidio, te impide interactuar con la gente. Cuando te alojas en hoteles habaneros puedes charlar con los cubanos en la calle, pero eso es imposible en el resto de los polos turísticos”, expresa Eusebio, andaluz residente en Sevilla.
Igual que ha ocurrido en la construcción del Hotel Kempinski, en el corazón de la capital, por estos lares, la gerencia de Gaviota prefiere contratar chefs de cocina y directivos extranjeros antes que cubanos.
“Es absurdo traer albañiles de la India o cocineros de España. A ellos les pagan salarios justos, a nosotros no. Tal parece que quienes dirigen Gaviota odian a los cubanos”, se queja un ayudante de cocina.
El sueño de uno de los promotores turísticos es ligar una extranjera y largarse del país. “Mi meta es trabajar en Miami Beach, Cancún o Punta Cana”, confiesa, y corre a guarecerse de una llovizna que apenas alivia el calor de plomo.
Cuando cae la noche, el bar del lobby se desborda y en un teatro aledaño, los huéspedes ocupan sus butacas para ver la actuación de Divan Sotelo, uno de los reguetoneros de moda, nacido en La Habana en 1996.
A esa hora, una de las mucamas espera el transporte obrero que la llevará a su casa. Hoy fue un día regular. Cuatro pesos convertibles de propina y dos pomos de champú por la mitad que le regaló una pareja de turistas japoneses.
Ahora busca la manera de sacarlos del hotel sin llamar la atención.
Mañana quizás tenga mejor suerte.
Cayo Coco: un emporio del capitalismo militar cubano
La zona está concebida como un auténtico apartheid.
A la entrada del islote, un oficial de la policía, custodiado por varios militares con boinas rojas, chequea a las personas y vehículos que entran y salen del cayo avileño.
La brisa que llega de la costa es un chorro de aire caliente que apenas refresca. El sol reverbera y los turistas se refugian de la insoportable irradiación dentro de una piscina en forma de concha gigante, partida en dos por una pasarela de cemento.
Otros escapan de la canícula bajando cervezas como hooligans británicos o bebiendo en caravana un remedo de mojitos insípidos. Los excursionistas rusos y serbios siguen en lo suyo: tomando vodka con hielo como si fuese agua mineral, apoyados en la barra del bar del hotel Memories Flamenco Beach Resort, enclavado en Cayo Coco, en el archipiélago Jardines del Rey, al norte de Ciego de Ávila, provincia a unos 600 kilómetros al este de La Habana.
En la minúscula tienda, turistas mexicanos indagan dónde se puede comprar tequila El Cuervo. Cerca, un grupo de españoles sigue por televisión el desempeño de su compatriota Mireia Belmonte en las eliminatorias olímpicas de natación en Rio 2016.
Muy pocos turistas cubanos. Negros, menos. Pasada las dos de la tarde, el hotel Memories Flamenco parece una sesión plenaria en miniatura de las Naciones Unidas: europeos del este y el oeste, mexicanos, hindúes, asiáticos y estadounidenses que intentan no llamar la atención en su turismo clandestino a Cayo Coco.
“Viajar a Cuba ya no es un problema. Se justifica con cualquiera de los doce acápites autorizados y, aunque legalmente no está permitido, ninguna institución en Estados Unidos indaga si cuando viajamos a la isla hicimos turismo”, comenta un norteamericano de origen peruano de vacaciones con su esposa y dos hijos.
El hotel, de cinco estrellas, está ubicado en la carretera que enlaza Cayo Coco con Cayo Guillermo. Tiene 624 habitaciones, de ellas 12 suites y 4 adaptadas para minusválidos. En ese momento, la mitad de las habitaciones se encontraban desocupadas. “Estamos en temporada baja. Y a pesar de que el número de visitantes a Cuba continuó creciendo en 2016, la ocupación del hotel no supera el 50 por ciento”, señala un carpetero.
Como ocurre con el 70 por ciento de las instalaciones turísticas cubanas, el hotel Memories Flamenco es administrado por el emporio militar Gaviota S.A., una empresa que surgió en 1989 bajo el auspicio de Fidel Castro, con el pretexto de comprobar la rentabilidad en el incipiente negocio turístico.
“Cuando comenzó el auge del turismo, como en Cuba se roba tanto, con certeza no se conocían los beneficios que generaba un hotel. Gaviota redujo los gastos y elevó la productividad a base de bajos salarios y controles internos”, señala un empleado.
Otro empleado, conduciendo un carrito eléctrico que transporta a los recién llegados hasta su módulo habitacional, con total franqueza dice que “la mayoría de los trabajadores no estamos conformes con el trato que nos dan. Gaviota suele contratar empresas extranjeras para que administren sus hoteles. El salario es una mierda, yo gano 500 pesos (casi 20 dólares) y como es un hotel 'todo incluido', las propinas escasean. Los maleteros y las mucamas son los que más dinero extra se buscan. Pero siempre es mejor trabajar en un hotel que ser policía”.
Diariamente, una mucama limpia y prepara doce habitaciones. Su sueldo base es de 465 pesos y unos 18 dólares de estimulación. “Cuando no es Juana es su hermana. Lo cierto es que nunca recibimos un salario acorde a la cantidad de turistas alojados en el hotel. Más o menos escapo gracias a que los huéspedes suelen darme de dos a tres cuc de propina y cuando se marchan me dejan ropa y cosas de uso, pero sacarlas del hotel es un problema”, confiesa una mucama.
Según un jardinero, la mayor parte de los cubanos que trabajan en la gerencia cambiaron sus uniformes militares por guayaberas blancas o azules y pantalones negros. “Llegan de la vida militar pensando que un hotel se maneja igual que un cuartel. Además de groseros con nosotros, son unos prepotentes. No me voy porque mal que bien, laborar en un hotel es preferible a tener que ir a cortar caña”.
La mayoría de los empleados del Memories Flamenco reside en Morón, municipio a 50 minutos de Cayo Coco. “El régimen laboral es muy exigente. Yo trabajo siete días y descanso tres. El trato de la gerencia es distante. A pesar de los buenos resultados del hotel, Gaviota no permite que nuestros familiares puedan disfrutar de sus instalaciones. Hasta la comida que nos dan a los trabajadores es diferente. Por lo general poca y mal elaborada”, confiesa un dependiente del bar.
Además de Memories Flamenco, en Cayo Coco se localizan, entre otros, los hoteles Memories Caribe Beach Resort, Meliá Cayo Coco, Meliá Jardines del Rey, Pullman Cayo Coco, Pestana Cayo Coco All Inclusive Beach Resort, Tryp Cayo Coco, Colonial Cayo Coco, Sol Cayo Coco, Playa Coco, Playa Coco Star, Iberostar Mojito, Iberostar Cayo Coco y NH Krystal Laguna Villas & Resort, con más de 6,700 habitaciones en total.
La zona está concebida como un auténtico apartheid. A la entrada del islote, un oficial de la policía, custodiado por varios militares con boinas rojas, chequea a las personas y vehículos que entran y salen del cayo avileño.
Casi todos los hoteles situados en Cayo Coco son administrados por Gaviota, que tiene aspiraciones a seguir creciendo en los próximos años. Varias brigadas edifican tres nuevos hoteles que ampliarán aún más las capacidades habitacionales.
A muchos turistas no les agrada la estrategia de confinarlos en instalaciones distantes de pueblos y ciudades. “Es un fastidio, te impide interactuar con la gente. Cuando te alojas en hoteles habaneros puedes charlar con los cubanos en la calle, pero eso es imposible en el resto de los polos turísticos”, expresa Eusebio, andaluz residente en Sevilla.
Igual que ha ocurrido en la construcción del Hotel Kempinski, en el corazón de la capital, por estos lares, la gerencia de Gaviota prefiere contratar chefs de cocina y directivos extranjeros antes que cubanos.
“Es absurdo traer albañiles de la India o cocineros de España. A ellos les pagan salarios justos, a nosotros no. Tal parece que quienes dirigen Gaviota odian a los cubanos”, se queja un ayudante de cocina.
El sueño de uno de los promotores turísticos es ligar una extranjera y largarse del país. “Mi meta es trabajar en Miami Beach, Cancún o Punta Cana”, confiesa, y corre a guarecerse de una llovizna que apenas alivia el calor de plomo.
Cuando cae la noche, el bar del lobby se desborda y en un teatro aledaño, los huéspedes ocupan sus butacas para ver la actuación de Divan Sotelo, uno de los reguetoneros de moda, nacido en La Habana en 1996.
A esa hora, una de las mucamas espera el transporte obrero que la llevará a su casa. Hoy fue un día regular. Cuatro pesos convertibles de propina y dos pomos de champú por la mitad que le regaló una pareja de turistas japoneses.
Ahora busca la manera de sacarlos del hotel sin llamar la atención.
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